A partir de la decisión de Sergio Schocklender de arrojar luz -y viento- sobre la causa que lo implica, la opinión pública conoció detalles y revelaciones que nada lejos están de las películas de mafiosos. El ex apoderado de la Fundación Madres de Plaza de Mayo abrió el paraguas y anticipó que se presentaba espontáneamente ante los medios porque su detención era “inminente”. Se sospecha del “azar” que determinó que la causa por presunto desvío de fondos fuera al juzgado de Norberto Oyarbide. Se supo según las declaraciones de Schocklender que el gobierno presionaba para que la investigación se paralizara hasta pasados los comicios del 23 de octubre. La causa aún está en secreto de sumario desde su comienzo el 3 de junio.
Carlos Emérito González en su investigación a Martinez de Hoz de 1981 narra el escándalo de Watergate en los Estados Unidos ocurrido en 1972: “…en la Casa Blanca de los Estados Unidos, varias personas se reunieron con el fin de cometer un delito. En ese sistema penal, eso es punible con diez años de cárcel (…) se supo que el presidente Nixon con sus colaboradores habían proyectado obstruir la acción de la justicia”. Dos años después el presidente norteamericano es enjuiciado, lo que condujo a su posterior renuncia a la presidencia.
Hoy en la Argentina encontramos una gravísima denuncia: el Gobierno ejerce presiones para entorpecer a la justicia. Yo me pregunto ¿nadie entiende la magnitud de este posible hecho? ¿No hay un fiscal que cite a declarar a Shocklender por sus gravísimas denuncias ante los medios?
A pesar de esa efervescencia de la militancia de los jóvenes en los últimos años hay cosas que no se tienen en cuenta. Parece que sólo con pegarle al bombo y agitar la bandera es suficiente, cuando en verdad necesitamos tener confianza en nuestras instituciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario