martes, 11 de octubre de 2011

Susana Dillon (86) “Soy una cazadora de historias”.POR ISMAEL GOÑI


Tiene 86 años de aventuras, historias increíbles, anécdotas con los intelectuales más importantes de América y el sufrimiento de una herida que jamás sanará.

Posa en una silla tan alta que sus pequeños pies quedan colgados en el aire, junta sus manos como si se pusiera a rezar y cuenta que su día fue muy agitado. Su pelo blanco expresa experiencia y sabiduría, sus labios pintados color rosa y sus parpados pintados color celeste indican la juventud del alma de una eterna luchadora de los derechos humanos.

Saborea un té de limón, invita un café y saca de su aparador una bolsita llena de caramelos de dulce de leche. Como si alguien la estuviera filmando acomoda sobre el sillón su último libro: “El virrey que huyó con el tesoro”. Sobre la mesa, “Rivales” el último libro de Nelson Castro. “Me lo regaló Nelson un día que nos encontramos en Buenos Aires, siempre nos cruzamos”. En cada rincón de su pequeño y confortable hogar se respira cultura, las paredes parecen estar pintadas de historias y anécdotas interesantes. Su departamento esta empapelado de fotos de su hija Rita y de su nieta, Victoria, “la Pepi”. Como llama Susana a su ser más querido. Sobre su escritorio, una Hermes Baby modelo ’46. En un enorme aparador una foto con Hebe de Bonafini, hoy peleadas. Al lado, un retrato con Eduardo Galeano compartiendo una cena en una noche de verano en Uruguay. Es una de esas abuelas modernas: tiene cuenta en Facebook, Messenger y un blog en el cual escribe sobre temas de interés general.

Infancia. Nació en el ’25 en la casa de su abuela materna. “Tuve una infancia con poca salud, todos los inviernos estaba la muerte”. Su familia materna era francesa, eran gente muy culta e intelectual. Sus abuelos paternos eran irlandeses y vinieron al país por las grandes persecuciones que sufrían en su tierra natal. Ni bien llegaron compraron una estancia: La Josefina. “Mi amor hacia los aborígenes nace en esa estancia. Había un peón, el Eleuterio, que era aborigen. Él me quería mucho y me enseñó curiosidades de la naturaleza”, recuerda sonriendo.

Susana heredó rasgos de ambas ascendencias. “De mi padre tengo ese amor por la libertad, de mi madre heredé la cultura que caracteriza a los franceses”. Como alumna, fue muy buena en lengua y literatura, su dificultad estaba en los números. Al secundario lo cursó en un colegio de monjas: “Ahí fue cuando me revelé para toda la vida, en ese colegio veía muchas injusticias. Las monjas eran y son de lo peor”.

Amor. “Apenas me casé empezó una guerra sin cuartel y me convertí en una forajida en mi propia casa”. La relación que tuvo con su marido parece de película. Se casó pensando que podía tener libertades pero su marido era muy celoso. Estuvo 19 años estudiando psicológicamente a su cónyuge: “Me compraba todos los libros sobre psicología y literatura. Estudiando la conducta de mi marido me convertí casi en una experta en la materia” (se ríe). Él era un hombre fornido y tenía más fuerza que ella, entonces, no le quedó otra opción que desarrollar la inteligencia y la astucia.

- ¿Se inspira en el amor para escribir?

- No, me inspiro en los problemas sociales sobre todo en los problemas femeninos.

- ¿Cómo definiría al amor?

- El amor para mí es un rato de entretenimiento muy fogoso y lindo por cierto. Yo quiero estar libre y que nadie me gobierne, yo amé a hombres pero no los quise ni quiero en mi casa.

Guardapolvo blanco. Trabajó como maestra rural 13 años, fundó “Las Lonjas”, una escuela rural de General Baldissera (Córdoba) y fue directora de la escuela Avellaneda de Río Cuarto. Es una convencida que sus alumnos fueron sus grandes formadores, escribió un libro: “El Kike y la lechuza”, donde cuenta una hermosa anécdota. En el día del maestro todos sus alumnos le trajeron un regalo, Kike era un estudiante muy humilde y lo único que tenía era su lechuza. Éste fue el presente que le regaló a su maestra. “Tengo los mejores recuerdos de mi época como maestra, los niños del campo tienen un corazón gigante, ellos me enseñaron mucho”, recuerda mientras despliega una sonrisa de oreja a oreja.

Río Cuarto. El mismo día que mataron a Kennedy en Estados Unidos Susana llegó a Río Cuarto con una mochila llena de ilusiones que muy pronto parecieron esfumarse. Se instaló en el mismo lugar donde hoy vive y enseguida consiguió trabajo en el Departamento de Estudios Culturales de la vieja Universidad del Centro. Su hija empezó a estudiar la carrera de asistente social, una profesión que fue una apertura a ver las grandes injusticias y problemas sociales que vivía el país. Susana recuerda a su hija desaparecida en la última dictadura militar: “Era muy bonita, parecida a Claudia Cardinale. Se la llevaron en el ´77, en una chata, recuerdo como si hubiese sido ayer, me miraba y me decía adiós”. El lugar de repente se transforma en un ambiente muy emotivo y triste. Susana descuelga una foto de la pared y dice: “Qué bonita era, cuánto la extraño. Sé lo que está sufriendo el asecino de mi hija en su viaje a la muerte”. Saca de su manga izquierda un pañuelo.

El milagro. “La Pepi”, fue una gran alegría en un contexto de tristeza donde parecía que todo se desvanecía. Rita estaba embarazada de 6 meses cuando la secuestraron. Era una noche fría cuando entraron al departamento tres policías y sobre el sillón dejan una hermosa bebé: “Ni bien quise reaccionar me tiraron frente a ese espejo y me vendaron la cara”. Porqué le devolvieron la nieta a Susana, es hasta el día de hoy es una incógnita o mejor dicho un milagro. Ya pasaron 34 años y todo está igual en su hogar, el mismo sillón, el mismo espejo, el mismo lugar.

Pañuelos blancos. Es Madre de Plaza de Mayo línea fundadora, dice que ninguna organización de derechos humanos debe tener relación con el poder. Cree que Bonafini y el kirchnerismo mancharon los pañuelos blancos de las madres.

El motivo de la pelea con Bonafini tiene nombre y apellido: Sergio Schoklender. “Yo se lo advertí a Hebe, le dije que ese hombre tiene la mirada de una serpiente siempre lista para dar el mordiscón”. Cuando se enteró que Hebe tenía una cuenta en el exterior, no lo podía creer estuvo tres días tirada en la cama, deprimida. “Tiró a la basura todo lo hecho en años por las madres”, enfatiza enfurecida y dolida Dillon.

“El Gabo”. Susana es una amante del suelo latinoamericano. Recorrió de la mano de su nieta los lugares más exóticos del continente. Y si hay una ciudad que caló muy hondo en su corazón, esa ciudad es Cartagena, Colombia.

A fines de la década del ´70 conoció a García Márquez en una gran fiesta en Cartagena: “Cuando vi al Gabo, él estaba queriendo bailar con una mulata hermosa y no dudé en acercarme”. La mirada de Susana describe una admiración por el escritor y recuerda el diálogo como si fuese hoy:

-Gabo, soy Madre de Plaza de Mayo, te entrego esta carta donde cuento lo mal que la estamos pasando en la Argentina.

-Bienvenida a mi tierra-se abrazan como si se conocieran de toda la vida-.

García Márquez la invitó a pasar una tarde en su casa. Susana describe el lugar donde el escritor colombiano imagina sus historias: “Era un galpón gigante con una mesa y una cantina donde había todo tipo de bebidas, ahí es donde recibe a todos sus amigos y personajes de sus historias”.

-Pero ¿ahí vive con su familia?

-No, más atrás hay una casa hermosa con una pileta gigante. Pero a sus amigos los recibe ahí en esa cantina porqué no los quiere apabullar con su lujo.

Un Dios aparte. Tiene un pensamiento muy crítico sobre la iglesia católica y cree que la mayoría de los sacerdotes son corruptos. Le reza a un Dios particular, “Mi Dios es muy parecido a los indios de las praderas. Él está con los humildes y con las mujeres golpeadas”.

Ping-Pong

-¿Quien es Susana Dillon?

-Una cazadora de historia que se lleva bien con los indios, las mujeres golpeadas y los jóvenes.

-¿Qué diría de los argentinos?

- Me gustan los argentinos cuando se dan cuenta que la mujer los ha derrotado.

-¿Cree que se merece recibir algún reconocimiento por parte de la universidad? Hace poco premiaron a Carlotto.

-Si sabía, creo merecer un mejor reconocimiento por parte de la universidad.

-¿Le gusta el vino?

-Si me gusta los vinos alemanes, mi abuelo era captador de vino. Me gusta el Derby, es una bebida hecha de licor de chocolate y whisky irlandés, el mejor whisky del mundo.

-¿Cuál es su programa de televisión favorito?

-Miro documentales, me encantan. Me acuesto bien temprano a la noche y pongo el despertador a las 4 de madruga, me despierto y veo unos documentales fabulosos.

-¿Qué diario lee?

-La Voz Del Interior y Puntal.

-¿Comida favorita?

-Un buen asado compartido por jóvenes.

-¿Tiene algún periodista favorito en la actualidad?

-Sí, Jorge Lanata y Nelson Castro.

-¿Hobby?

- Escribir, estar con las plantas y animales, pasear por América, leer y juntarme con mis amigas.


sábado, 1 de octubre de 2011

Interpretando a Hessel. Critica invitada: Mailén Cossimano

Luego de leer detenidamente el capítulo 2 que propone Stéphane Hessel en su libro Indígnate, me percate que las palabras que había resaltado con mi marcador eran resistencia, insolente, egoísta, distancia, competitividad, carrera por el dinero, indignación y dictadura. Me puse a pensar que quizá estas palabras pueden definir muy bien a la sociedad que construimos todos. Una sociedad donde parece que lo único que prevalece es la autosalvación a cuesta de todo. Pero, ¿Qué implica autosalvarse? Creo que puedo arriesgar una respuesta. Se trata no solo de satisfacer nuestras necesidades básicas, sino de aumentar el capital propio al máximo posible, se trata de vivir una “buena vida”, cargada de lujos, placeres, ostentación y excesos. Podría seguir mencionando todo aquello que considero que implica hoy por hoy autosalvación, pero prefiero detenerme ahora en todo aquello que no engloba esta palabra. Autosalvación no implica mirar al costado para ver si alguien está necesitando de nosotros, tampoco implica respetar los derechos de los demás y por supuesto, menos de aquellos demás que nada tienen. Tampoco implica respetar el medioambiente, los recursos de todos y el futuro de los próximos.

La autosalvación es para unos pocos, que tienen mucho y quieren más.

Ante todo esto Hessel nos interpela a indignarnos. Según la Real Academia Española, indignación significa enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos. Con respecto a lo de enfado vehemente, en parte disiento, porque vehemente habla de algo ardiente y lleno de pasión pero también habla de una persona que obra de forma irreflexiva, dejándose llevar por los impulsos, y aquí es donde disiento, los indignados no son irreflexivos todo lo contrario, piensan, meditan y cuestionan la realidad cada día.

Pero me gustaría agregarle una significación a la palabra Indignación y es “hacerse cargo”. Al comienzo de mi escrito hable de una sociedad que construimos todos, si, algunos de los que se indignan, también. Podemos estar profesando en nuestras palabras por una sociedad distinta, que nos incluya, respete, considere y entienda a todos, pero ¿en el hacer? En el hacer contribuimos a todo lo contrario. Por eso la invitación que se nos hace en este libro es a indignarnos no solo en el decir sino también en el hacer. Y mi humilde invitación en esta reflexión es a hacernos cargo de todo aquello que hacemos pero luego criticamos en los demás.