Desgraciadamente los medios de comunicación se desviven y hacen todo lo posible por satisfacer nuestro capricho y esto los lleva a cometer verdaderas barbaridades y aberraciones, a entrar en el camino del morbo, a sacar conclusiones apresuradas y por consiguiente, a mentir.
Otra pretensión de los periodistas -creyéndose omnipotentes e impunes a la condena moral- es la de arrebatarle el deber a la justicia, ellos condenan, ellos hasta evalúan los fallos de los jueces y se atreven a sugerirnos sobre la culpabilidad o inocencia de un sospechoso.
Nos queda pensar si el desenlace del secuestro de Candela pudo haber sido diferente sin esa sobreexposición mediática. Si la madre de la criatura no hubiese sido inducida a negociar con los secuestradores a través de las cámaras de televisión. Si los periodistas no se hubiesen empeñado en asumir el rol de negociadores. Si las fuerzas de seguridad no hubiesen dejado avasallarse por el periodismo. Todo esto, diría Mario Wainfeld, hecho para satisfacer nuestra "Bulimia informativa".
Debemos cuestionarnos seriamente si lo que nos muestran los medios no es sino una parte de un círculo vicioso, el reflejo de lo que demandamos. El reflejo de cuán putrefactas están nuestras mentes.
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